SALUD LABORAL



Felicidad a la orden

EUGENIA WEINSTEIN


Síndrome del fracaso recurrente

Aunque en su desarrollo laboral o personal tropiecen reiteradamente con la misma piedra, actúan como si el control de sus vidas estuviera fuera de ellos, o todo lo adverso se debiera a la mala suerte, o a la acción de terceros malintencionados o estúpidos, o a catástrofes naturales, o a hechos externos absolutamente impredecibles.

Existen personas a las cuales generalmente leva mal en lo que emprenden. Sin embargo, están convencidos que son otros los responsables de sus errores o desgracias. No asumen que sus propias acciones tiene algo que ver con sus fracasos y tienden a poner la culpa fuera de ellos, sin nunca mirarse así mismos, recapacitar o cambiar su conducta. Aunque en su desarrollo laboral o personal tropiecen reiteradamente con la misma piedra, actúan como si el control de sus vidas estuviera fuera de ellos, o todo lo adverso se debiera a la mala suerte, o a la acción de terceros malintencionados o estúpidos, o a catástrofes naturales, o a hechos externos absolutamente impredecibles. Así, reinciden una y otra vez en los mismos proyectos, propósitos, atajos ideas o estilos que los han llevado a fiascos previamente. No aprenden. Presentan el síndrome del fracaso recurrente.


Si usted presenta este síndrome, probablemente ya tenga a toda su familia y amigos cansados con sus reveses. Lo que ellos no saben es que también usted ya se agotó consigo mismo. Ya nadie cree en sus nuevos planes; usted tampoco. Pero no se desanime, porque esta incredulidad ¡es una oportunidad de cambio! Es comprensible su sensación de frustración y derrota, pero finalmente está logrando lo que nunca antes, reconocer que el problema está en usted. De acuerdo, es fuerte, es difícil; posiblemente su autoestima esté muy venida a menos, y no tenga ganas de humillarse dándoles la razón a todos quienes intentaron decírselo por años. Pero lo importante es que tenga ganas de superarse, esté dispuesto a revisar sus dificultades y a hacer transformaciones radicales en la forma de enfrentar su vida.
Deberá comprender el origen de sus problemas, aquellos que le han llevado a repetir un patrón inconducente de fracasos y decepciones.


Si usted es una persona inteligente pero falla en la implementación de sus planes, y a pesar de sus capacidades no logra organizarse, acaso presenta un déficit atencional adulto, nunca antes diagnosticado ni tratado. Puede ser que eso lo haya vuelto irritable, ansioso e inseguro. O quizás usted aún no ha crecido emocionalmente y sigue tratando de llevar adelante sus fantasías infantiles, independientemente de que tenga el talento, las habilidades o los medios para hacerlo. O es posible que sea de esos soñadores con buenas ideas, pero sin ningún sentido práctico, que tienden a emprender proyectos que requieren orden, método, pericia para autodirigirse, grandes destrezas gerenciales u otras aptitudes de las cuales usted carece. O quizás es demasiado ambicioso y no ha tenido la paciencia de ir paso a paso. Por llegar antes a la meta se ha embarcado sin ningún realismo en intentos que van más allá de sus posibilidades, su razón o sus fuerzas. O puede ser que algo ande mal en sus relaciones interpersonales y que frecuentemente termine, en distintas situaciones laborales o personales, envuelto en conflictos similares. O quizás tiene heridas no resueltas de la infancia que con el tiempo se transformaron en un guión inconsciente que repite, destructiva e involuntariamente, en los diversos ámbitos de su existencia.


Cada uno tiene sus propias respuestas y usted sabrá mirarse en su espejo interior y descubrir las suyas. Con dolor, con coraje, y, por sobre todo, con mucha humildad, la más escurridiza de las virtudes humanas. No existe otra forma de superar el fracaso recurrente. Dejar la soberbia a un lado y ¡Suerte!.

Revista EL SABADO de El Mercurio, Edición Nº 528, 1 Nov. 2008

Para complementar esta excelente columna de Eugenia Weinstein diré lo siguiente:


En la actualidad la humanidad entera vive un proceso de dolor, sufrimiento, enfermedad y muerte porque se toma la vida demasiado en serio y cree que permanentemente está siendo castigada, lo que le hace experimentar y sentir un inaguantable valle de lágrimas. Vive en absurda creencia que desde que nace, es culpable y pecador.


En Medicina de Cuerpo y Alma, recomendamos identificar una labor y no un trabajo para realizarlo y tener el sustento de sus familias.
Si tienes más de 50 años y poco dinero para el retiro, comienza hacer lo que amas, aunque sea en tu tiempo libre, dicen los personajes que han logrado mucho desde todo punto de vista y están en lo cierto.


Es curioso saber que la palabra trabajo tiene su origen en la palabra tripalium, cuyo significado es potro de tortura. La idea persiste hoy y se ha convertido en una lucha, un sacrificio y en la única posibilidad de conseguir ganancia. El que trabaja, sólo piensa en la renta, pues el trabajo no contempla la identidad del hombre.
El que trabaja sufre, lucha, se enferma y se incapacita. El que trabaja se estresa, se deprime, se aburre y se fatiga. El que trabaja cuenta los días de vacaciones y esta pendiente del calendario para los días de descanso y feriados. El que trabaja se aferra a los sindicatos y jamás dará nada a cambio, púes desconoce la ley de la siembra y la cosecha y terminará enfermándose reclamando derechos.


Todos los días escucho decir que los mapuches son vagos y e llegado a la conclusión que al igual que todos nuestros indígenas antes de la conquista que sólo sabían disfrutar y vivir sin culpa y en armonía con la naturaleza, después de la conquista fueron considerados flojos e inútiles y por eso se importo a los negros que si sabían trabajar y esclavizarse.
A nuestros indígenas y al igual a la mayoría le falta sueños, entusiasmo, creatividad e información para laborar, para apasionarse; el dinero es lo último que requieren, pues sin información y autocontrol no servirá de mucho el dinero. Y es así que el que labora, ora: es decir tiene una comunicación permanente con un Ser Supremo, DIOS, a través del pensamiento, sentimiento y experiencia interna. El que labora contempla su identidad y realiza la acción como un encargo de lo supremo y no como una obligación para sobrevivir. El que labora está en el servicio de dar y catar, dar y experimentar la existencia, con lo cual goza saboreando la vida.


¡ LO QUE TENGA QUE HACER, LO HARÉ Y PRONTO !
¡ SI AMO LO QUE HAGO, NO TENGO POR QUÉ QUEJARME !

Dr.Wilson Guamán